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CONCLUSIÓN 

Conclusión

 

 

Con estas prácticas y a través de la visita a otros recursos he podido obtener una valoración real de la situación de los diferentes recursos en esta comunidad, de las necesidades existentes, de la diversidad  de la profesión en función del grupo de usuarios con que se trabaje, de la situación del profesional, de las carencias que existen y de cómo ha afectado la crisis en los usuarios y recursos. Me ha dado la oportunidad de conocer la realidad del trabajo social, de todo el camino recorrido y el que queda por hacer.

 

Vivir de cerca el trabajo del profesional y su situación real con todas las necesidades que se enfrenta y la falta de recursos que limitan la profesión. La implicación que se necesita y la vocación.

Las prácticas externas me han acercado a la práctica del trabajo social propiamente dicho, donde hay que dejar la utopía de la teoría, pero sin olvidarla, para enfrentarte a la realidad social de la práctica.

Las limitaciones con las que se encuentra el profesional, el handicap de la profesión, los conflictos de valores del profesional en el ejercicio de su función y como se resuelven, el papel tan importante social que realiza y su poca valoración.  Y el aumento constante de necesidades que son ilimitadas con recursos cada vez más escasos, debido a los recortes en lo social, de políticas neoliberales conservadoras.

 

A través de un colectivo, hasta entonces, para mi desconocido, y al mismo tiempo el haber contactado con otros recursos tan diversos, pero con muchas problemáticas  comunes, ha sido muy enriquecedor. Me ha ayudado a conocer las distintas realidades, necesidades de los diferentes colectivos, de la profesión y los recursos de los que se dispone, tanto institucionales como del tercer sector  para las diversas situaciones. 

Conocer cómo la realidad actual (la crisis) ha afectado sobre el colectivo. Conociendo la realidad social directa de los diferentes profesionales y usuarios/as y vislumbrando las mejoras que se necesitan para el cambio social. Ha sido  una experiencia muy positiva y realista que me da una idea de la situación del Trabajo social,  y de la figura importantísima que desempeña, en una sociedad cada vez más creciente de desigualdades y necesidades.

Una profesión incipiente en nuestro país, que aún no tiene el reconocimiento que se merece,  que poco a poco va haciéndose su lugar, y donde el trabajo multidisciplinar de los profesionales, no puede crear dudas en una sociedad postmoderna, donde la demanda y necesidades son cada vez mas crecientes y donde la figura del profesional cobra importancia vital, en la resolución de conflictos, como agente de cambio y estabilizador social.

 

La situación del colectivo con el que he trabajado me ha mostrado una infinidad de situaciones con problemáticas diversas. Las distintas culturas con las que se trabaja, nacionalidades, edades, realidades, problemáticas y situaciones tan  variadas han enriquecido y fortalecido mi aprendizaje.

He aprendido que sea cual sea el ámbito de intervención del trabajador/a social, se producen relaciones personales directas, que activan procesos intelectuales y emocionales que deben ser manejados con pericia por el profesional para el buen desempeño de su labor.

Debemos tener en cuenta que la intervención obliga a tratar los problemas de modo diferente, según la situación que se enfrente, la actitud y el momento en que se encuentre la persona.

Cada persona es una realidad concreta del medio social en que vive, con el cual mantiene relaciones de adaptación, enfrentamiento o confrontación, dependiendo de si sus necesidades básicas se encuentran cubiertas o presentan déficit que impidan, dificulten o limiten su desarrollo vital y su relación con el medio social. La función del trabajador/a social de valorar la situación de necesidad de cada persona, ha de ser desde un enfoque globalizador, interesándose por el individuo, el medio en el que vive, y las relaciones existentes entre ambos. Las situaciones no son estáticas, sino que van cambiando en la medida en que la persona interactúa con el medio social  donde se ubican las diferentes situaciones.

No debemos perder de vista que la intervención en esos contextos prima la posición de desvalorización e incompetencia del usuario/a: no puede, no sabe y necesita de alguien que sabe, que puede organizar su vida y además juzgar si merece ser ayudado. 

Los contextos profesionales de cambio se producen a su vez en metacontextos que responden a una "cultura institucional", favoreciendo la ayuda y el cambio en unos casos y dificultándolo en otros, y que a su vez responden a un imaginario colectivo de la sociedad y ello condiciona la ayuda. Esto supone una predisposición para dar o recibir ayuda, y también condiciona la percepción social de la misma, estando reforzado por una serie de marcadores contextuales que nos ayudan a percibir esa ayuda de una manera u otra, de la misma manera que condiciona la percepción de los profesionales acerca de si son terapeutas o no.

Como profesionales a la hora de la intervención tenemos que tener en cuenta desarrollar una serie de estrategias:

 

 a) Estrategias personales de cambio:

 

  • Conocerse a sí misma/o, nuestras limitaciones, cualidades y defectos (usar la introspección).

  • Clarificar nuestras relaciones familiares para evitar hacer proyecciones en los usuarios/as.

  • Clarificar nuestro modelo afectivo aprendido de nuestros padres. Proceso de diferenciación de-sí-mismo (Bowen, 1991).

  • Ser congruente y crítico con nosotros mismos.

  • Tener en cuenta la inteligencia emocional. Siendo hábiles a la hora de expresar de manera equilibrada nuestras emociones, ya que su control forma parte del éxito de nuestras intervenciones.

 

 b)  Estrategias profesionales:

 

  • Tener expectativas realistas.

  • Incrementar conocimientos.

  • Compartir los "casos" con colegas: hablar de éxitos y fracasos.

  • Estudiar a los usuarios teniendo en cuenta su contexto: no juzgar y evitar etiquetas.

  • Ser asertivo y  desarrollar la capacidad de resiliencia.

 

 c) En la Intervención propimente dicha:

 

  • Asegurar la alianza terapéutica, mostrando sensibilidad para acoger al usuario/a y su historia, evitando juicios condenatorios, comprendiendo los temores y esperanzas de él/ella (posición ambivalente del usuario, que quiere y cree que va a ser ayudado, pero a la vez siente miedo a perder, a que se le condene, a que juzguemos su capacidad...).

  • Tener muy presente tres aspectos fundamentales para crear con éxito la alianza terapéutica: los vínculos que hay que crearlos desde la confianza en la persona, la calidad de la relación entre los participantes, las metas o fines del proceso y las tareas; los medios para llegar a buen fin.

  • Evitar atascamiento en la relación profesional que puedan deberse a que los vínculos son débiles o inadecuados; o la existencia de desacuerdos en las metas o en las tareas. Evitar formas de violencia (por ejemplo críticas).

  • Tener en cuenta otros problemas que pueden surgir: rechazo mutuo: T.S./usuario (proyecciones inconscientes); rechazo del usuario hacia el T.S.  por el poder que tiene para tomar decisiones que les afectan; el peso de la atadura ansiosa (hay obsesión hacia el anhelo de atadura, pero al mismo tiempo, miedo por esa atadura, transferencias etc.

  • Hay que intentar reducir la intensidad de síntomas difíciles (suicidios, malos tratos, alcohol...). Evitando actuar sobre esto al principio porque puede dar lugar a conductas destructivas sin control.

  • Jugar un rol positivo para ayudar a reestructurar situaciones, fijar límites, imponer normas.

  • Papel como negociador y modelo de atadura controlada y limitada. Esto supone negociar y clarificar metas, así como contener al usuario (sus emociones y sentimientos) y darle límites firmes (por ejemplo en el uso de las citas). Ayudarles a definir sus problemas; no mostrarse ni demasiado pesimistas, ni demasiado optimistas ante su situación y ofrecer apoyo y usar la empatía.

  • Estructurar las entrevistas, ayudando a fijar reglas de conducta.

  • Anticipar el efecto de las intervenciones. Por las características de los usuarios/as, suelen ser personas que viven al día, tienen dificultad para pensar de forma anticipada, por lo que hay que ayudarles a pensar sobre las consecuencias de sus conductas y decisiones, también anticipar la separación (cuando finaliza la alianza terapéutica).

  • Fijar metas realistas, de acuerdo con las necesidades reales y según capacidades de cada usuario y sus recursos internos/externos. Es mejor objetivos cortos y fáciles de conseguir para motivarles y  alentarlos a continuar con el proceso.

  • Reestructurar o estructurar las redes sociales. Ya que sus redes sociales están empobrecidas y muy deterioradas, por lo que difícilmente podrán ser utilizadas para obtener ayuda en momentos de crisis. Hay que ayudarles a recomponerlas o crear nuevas redes a través de los sistemas profesionales de ayuda (por ejemplo, facilitando la participación en grupos de autoayuda, creando vínculos con la comunidad...)

 

La mejor manera de entender y hacer trabajo social es desde su vertiente comunitaria. Es en el contexto comunitario donde se hacen necesarios y adquieren sentido propio los programas preventivos. Pensar en la prevención desde la comunidad no está exento de utopía. Utopía que siempre ha caracterizado a esta profesión y que nunca deberíamos perder para ser capaces de inventar nuevos itinerarios, nuevas rutas y caminos, que nos conduzcan a todos a situaciones de una mejor y mayor calidad de vida, de relaciones interpersonales, de derechos compartidos, de justicia social desde nuestros propios contextos en los que se desarrolla nuestra vida cotidiana. Una utopía desde el realismo de lo cotidiano, desde la realidad y los desafíos que el trabajo social tiene en la actualidad. 

 

Actualmente, la orientación comunitaria del Trabajo Social se concibe como un proceso de ayuda psicosocial en el que es preciso tener en cuenta no sólo a las personas, sino también a su entorno y la interacción que se produce entre ambos. Las intervenciones comunitarias,  son potenciadoras de las capacidades personales y sociales, cumplen una función preventiva en lo que se refiere a la aparición de situaciones de riesgo o problemas sociales, con resultados a medio y largo plazo. 

El Trabajo Social propicia el cambio de las situaciones y capacita a los seres humanos para el mismo. Pero también actúa para prevenir el conflicto y restablecer el equilibrio. 

Por otra parte, la atención a situaciones de necesidad o dificultad no será adecuada si no se consigue la implicación de la sociedad en las distintas fases de la intervención social. Sin la participación efectiva de la comunidad, o de los distintos grupos sociales que la forman, no será posible la integración comunitaria y la solución efectiva de los distintos problemas presentes en ella.

 

El papel que juega el profesional que interviene con la población es determinante para que ésta acepte como suya cualquier tipo de intervención que pueda proponérsele. Si no consideramos a la comunidad como sujeto de su propio destino y como el mejor de los recursos con los que contamos para desarrollar nuestra labor profesional, muchos de nuestros esfuerzos serán inútiles. Esto exige pasar a un segundo plano, perder el protagonismo que con frecuencia nos impulsa, convirtiéndonos en compañeros de camino, aportando nuestro saber y nuestra práctica profesional con talante dialogante, estimulando, potenciando, sosteniendo y promoviendo procesos de cambio, donde el protagonista es la propia comunidad. Este actuar "desde abajo", compartiendo y colaborando con aquéllos con quienes queremos ayudar forma parte de la mejor tradición del Trabajo Social.

Payne (1995) sostiene que los profesionales que mejor pueden desarrollar esos roles, y esta manera de trabajar, son los/as profesionales del Trabajo Social, por la cercanía con el usuario/a y el conocimiento de las problemáticas, así como por su formación polifacética.

"La intervención comunitaria se legitima por la responsabilidad institucional, los planteamientos técnicos de los profesionales y la participación social de los ciudadanos", pero también por la forma de estar, de decir y de hacer junto con otros, favoreciendo y creando espacios de comunicación, participación y corresponsabilidad. La verdadera misión del Trabajo Social es construir un significado, un propósito y un sentido de obligación hacia la comunidad, poniendo las bases para el compromiso y el apoyo social.

 

Es época de "rupturas" múltiples, familiares, laborales, nacionales e internacionales. Como dice Kisnerman "Estamos en una sociedad en crisis, en una sociedad donde las rupturas configuran parte de la cotidianidad", y en esa cotidianidad es donde el Trabajo Social desarrolla su tarea, junto con las personas, que constituyen el recurso más valioso con el que podemos contar, y con sus narrativas particulares que nos abren los ojos a la verdad de su existencia y a la búsqueda de su identidad que nos obliga a repensar y reformular la del Trabajo Social.

Existen distintos y nuevos campos que se abren para el Trabajo Social en la actualidad, que demandan una respuesta de éste, y que obligan a "repensar lo social". Uno de ellos surge a partir de las políticas y las prácticas contra la pobreza y exclusión social. La pobreza, además de ser una "vergüenza social", crea desigualdad y sitúa a grandes grupos sociales en zonas de vulnerabilidad y exclusión social. (R. Castel).

En este contexto de desigualdad, adquiere un papel relevante la tenencia o no de un empleo estable. La carencia de éste, provoca situaciones de desintegración social y aparición de numerosas patologías, además de la imposibilidad de acceder a los servicios que la sociedad ofrece al conjunto de los ciudadanos, y la no satisfacción de sus derechos cívicos y sociales.

 

Pero también es época de oportunidades, tanto a nivel global como local:

  • El fenómeno de la globalización, permite abrir los ojos y ampliar nuestras posibilidades de acción a nivel local a partir del desarrollo de la información, la tecnología y la comunicación intercultural. Este es el convencimiento del "banquero de los pobres", Muhamad Yunusun, hombre que ha conseguido, a través de los microcréditos concedidos a las mujeres, sacar de la pobreza a un buen número de pobres. Para él "la globalización es algo grandioso para la gente pobre. Ahora los menesterosos son ciudadanos del mundo". Afirma que "las nuevas tecnologías pueden cambiar radicalmente la sociedad mundial. Si nos proponemos unos objetivos sociales y empezamos a trabajar en ellos ahora mismo, creo que la erradicación de la pobreza mundial es perfectamente posible. No podemos perder esta oportunidad de oro, esta facilidad. Sería una vergüenza".

 

  • Desde la UE, existen iniciativas y programas sociales con posibilidades para la acción social y el trabajo con nuestras comunidades y colectivos, tanto en el ámbito de la formación como en el del empleo, los equipamientos, intercambios y otros muchos. (Cfr.: las iniciativas comunitarias, proyectos como IGLOO constituyen una respuesta global a favor de los colectivos sometidos a situaciones de exclusión social. Las actuaciones incluyen acciones globales e integradoras en formación, empleo, vivienda, acompañamiento social, dentro de la iniciativa comunitaria EQUAL. Etc.).

 

  • Las empresas de inserción laboral son una interesante iniciativa para la integración social de estos colectivos vulnerables que buscan la integración laboral a través de programas de capacitación, preparación, formación, apoyo-seguimiento e incorporación al trabajo productivo.

 

Las posibilidades que ofrecen estas iniciativas abren un nuevo frente de intervención para los trabajadores sociales, apoyando a las personas y a las empresas, colaborando y participando activamente en programas de actuación global en la lucha contra la pobreza y exclusión social (Cfr. Documentación Social, n° 117-118).

Como afirma López-Aranguren: "Nos situamos en un contexto social nuevo con nuevas claves para su interpretación y que está suponiendo la consolidación de la fractura social y territorial. El Trabajo Social ha de dar respuesta a estos nuevos y complejos problemas sociales. Es necesario, afirma, 'repensar lo social'. Hará falta renovar nuestras políticas públicas, que deben prevenir tanto como curar".

 

En un momento de crisis, incertidumbres, inseguridades y espacios desconocidos, es desde donde se abren para el Trabajo Social las oportunidades para preguntarse cuál es su espacio y su papel, cuáles son sus roles y funciones, cómo debe de situarse en el dominio de lo cotidiano, en lo local desde lo global, desde el despacho y la calle, entre lo económico y lo político, para ofrecer respuestas, itinerarios y caminos renovados, re-construyendo una disciplina y una profesión que ha de buscar  través de prácticas preventivo-educativas-promocionales, transformar situaciones y realidades desde el convivir con personas, grupos y comunidades.  

 

A la vez es necesaria una formación académica con visión más amplia de los principales agentes que intervienen en el bienestar social y una comprensión de las necesidades profesionales que esto provoca.

Desde el Tercer Sector deben partir estrategias que consoliden la profesión, hacia un modelo claro de financiación y seguridad laboral en el desarrollo profesional.

 

Respecto a la ética profesional hay que tener en cuenta las dificultades prácticas que hay que evitar para la buena práctica profesional:

 

• Evitar priorizar los principios e intereses institucionales.

• Evitar la excesiva burocracia.

• Que no primen los criterios cuantitativos de las instituciones sobre los cualitativos.

• La burocratización de las acciones profesionales  no impidan la reflexión y profundización en las valoraciones técnicas.

• Evitar aplicar una práctica profesional adaptativa y conformista  y aplicar una reformadora e integral.

• No actuar de forma “automatizada” siguiendo criterios y normas impuestas por las instituciones y que establecen criterios  no claros de actuación y poco acordes a los principios del trabajo social.

 • No tener en cuenta debidamente los principios de individualización y empatía, convirtiendo a las personas en números. 

 

Como profesionales debemos asegurarnos que las programaciones y normas institucionales respondan a las necesidades reales y no a las potenciales y garantizar la equidad en la distribución de servicios.

Se ha de cuestionar si el trabajo social que persigue objetivos de mejora social, calidad de convivencia y bienestar social, ha de regirse por el entramado burocrático de las administraciones y si esta excesiva burocracia representa la calidad de vida y el bienestar social. 

 

Para finalizar desde aquí, decir que la oportunidad de un contacto tan directo con la labor del trabajador social, transmitiéndome todo su bagaje y conocimiento, de una manera tan honesta, tiene para mi un valor incalculable que no me gustaría olvidar, y que algún día si es posible, me gustaría también poder devolver.

Es de agradecer que haya profesionales que estén abiertos a enseñar de manera tan filantrópica, con tanta paciencia y transparencia.

Dar las gracias por el acogimiento de todo el equipo del centro y todo lo que me han aportado.

Y al tutor y trabajador social por haberme dado el regalo de estas prácticas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

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